Es que la vida es perfecta…
¿Cómo es
que se puede estar con las personas perfectas, en el lugar perfecto, durante el
instante perfecto?
¿Cómo es que dos o más seres se encuentran en este mundo sobre poblado y establecen vínculos que perduran sin condiciones de tiempo
o espacio a pesar de las miles de personas que pasan por la vida?
¿Cuál es la probabilidad de que
un ser, existiendo tantos seres, logre tener una conexión inexplicable, cuasi
metafísica con otro en particular?
¿Cómo es que pasa eso en el momento histórico en el que la
gente ya no se ama y ha dejado de creer?
Y bueno, si el creer es tan
efímero como los castillos de arena junto al mar… ¿Acaso esa sensación de
construir fortalezas, torres y puentes (que aunque de antemano se sabe que no
será eterna, pues tarde o temprano las olas se llevarán la arena) no es de las
más plenas, intensas e irreales de la vida?
¿Por qué no intentar vivir a
pesar de saber que en poco tiempo seremos cuerpos inertes? ¿Por qué delimitar
el amor y negarse a hacerlo aunque se sepa que la naturaleza misma nos lo
quitará?
Y comprendí por qué me gusta
escribir. Los seres, los instantes, los sentimientos y sensaciones cambiarán todo
el tiempo, fluirán y se renovarán constantemente apareciendo siempre en un nuevo
estado tan puro como el anterior. Las palabras en cambio, aunque se re-significan
o re-interpretan suelen quedarse con uno, suelen estar ahí, siempre, cada que uno
las necesita; como para recordar lo que una vez se sintió y remitirle al
instante preciso, como para trascender a pesar de que el momento, o las
personas, o el sentimiento ya hayan desaparecido.
*Desde el centro del mundo. Montañita, Ecuador. 2013